Al atardecer, llegó un hombre cargado con los despojos. Las extendió por el suelo y habiendo hecho rodar una gran piedra, se fue.

La instalación que Ángel Jové nos presenta es una pequeña muestra de su sensibilidad y que con muy pocos elementos, con toda su simplicidad crea un gran ambiente poético es una obra abierta con múltiples lecturas.

Una de las preocupaciones que desde siempre hemos tenido ha sido crear un acercamiento al espectador, una ayuda para la sensibilización a partir de dar ciertas pistas. Es evidente que la obra siempre habla por sí misma, pero por circunstancias cierto didactismo es necesario. Muchas veces, erróneamente, nos cogemos a la anécdota y nos olvidemos de la función global de las cosas. Estamos en el siglo XXI y una de tantas preguntas es igual a la del siglo XX - "¿Qué significa?" no existe respuesta, la única posibilidad es la sensibilidad, la mirada y el interés por todo lo que nos rodea. Esta obra inédita que nos presenta Angel Jové debemos mirar como los niños miran las cosas, no a la mirada adulta, resultado del asesinato del niño que todos llevamos dentro. Intentamos aproximarnos a hacer una posible lectura abierta como hacemos con la música, dejémonos ir a su frescura, a su juego creador y lúdico, en sus letras que dicen y se mueven, una piedra bonita, eterna como una efigie, los sexos efímeros como mariposas, a la música de puestos y un grafismo de alambre que como un lazo firme esta caja poética.