La fotografía confirma, una vez más, que toda obra de arte parte de un momento concreto y un punto, concreto también, del espacio. Pero -lo comprobamos en toda buena fotografía- necesario haber sabido sorprender algo que es o se produce en aquellas coordenadas. El salto del personaje, un día de lluvia, sobre el charco de agua, visto por Cartier-Bresson es un hecho tan cotidiano como sorprendente. Y sin embargo ... Igualmente, ante estas imágenes de Sandra Balsells, se nos muestra algo que los espectadores o protagonistas de la situación o el proceso de que se trate no pudieron o no supieron apreciar. Ella lo había demostrado con creces anteriormente, entre otros trabajos, en sus magníficas fotografías recogidas en el libro Balkan in memoriam (Barcelona, ​​2002), y lo constata en esta serie sobre temas religiosos titulada A un paso del cielo.

A un paso del cielo, pero a pie firme en el suelo para captar gente de países y culturas diferentes (Haití, El Salvador, México, Serbia, Kosovo, Croacia, Sicilia, Rumanía) en ceremonias religiosas. O grandes cruces cargadas en los hombros de un nazareno ocasional; o en el suelo, en medio de un amplio espacio urbano como para destacar un vacío, existencial y metafísico. El famoso punctum de Roland Barthes podemos encontrarlo en una mirada, en la pistola del niño muerto a los seis años del mausoleo del cementerio de Belgrado, en el rosario alzado por un manifestante, en la mirada pasmada o indescifrable de un niño: algo que se precipita desde la imagen hacia nosotros antes incluso que conseguimos de verlo. Porque Sandra Balsells sabe ver lo que es la realidad, pero nos revela algo que quizá es más allá, y atiende su llamada.